Es importante destacar que dentro de nuestro cuerpo se halla un aliado muy importante contra el cáncer: el sistema inmune.
Podemos suponer que esta barrera defensiva de nuestro organismo fue evolutivamente seleccionada con el fin de defender a nuestras células frente a microorganismos como bacterias o virus que las atacaban. A día de hoy, el sistema inmune consta de soldados con sus respectivas armas . Los soldados son células de choque como, los macrófagos, también llamados células asesinas naturales , que simplemente se «comen» a nuestros enemigos.
- Los linfocitos T, que es un soldado que nos recuerda quiénes son nuestros enemigos y a qué son vulnerables.
- Los linfocitos B, que, además de tener memoria, disparan «balas teledirigidas contra los microorganismos invasores que se llaman anticuerpos.
Pues bien, el cáncer es muchas veces visto por nuestro sistema inmune como un organismo extraño o ajeno a nuestro cuerpo. Esto es debido a que produce unas moléculas que nuestras células inmunitarias identifican como impropias de ese tejido, lo que provoca que se lancen a toque de corneta contra este .
En realidad, se cree que continuamente (cada año, cada mes, cada semana, cada día y cada hora) se generan en nuestro cuerpo células tumorales. Sin embargo, estas son rápidamente eliminadas por nuestro sistema inmune y nunca le estaremos lo bastante agradecidos. El cáncer, en definitiva, solo aparecerá cuando nuestras defensas sean incapaces de detectar esas células transformadas o bien cuando estén demasiado débiles para que su ataque contra el tumor sea efectivo.
Y es, precisamente por esta razón, por lo que, en la actualidad, esté totalmente reconocido que un sistema inmune deprimido, se asocie a un mayor riesgo de desarrollar un cáncer.
En resumen, todo aquello que refuerce nuestro sistema inmune posee un enorme potencial en la prevención de la aparición y progreso de la enfermedad oncológica.