Cuando afirmamos que una de cada cuatro personas desarrollará cáncer en algún momento de su vida no estamos diciendo que las otras tres estarán sanas por siempre jamás.
Una de ellas padecerá una enfermedad cardiovascular ,un infarto, arterioesclerosis, o un ictus…; otra tendrá una patología neurodegenerativa (Alzheimer u otras demencias), y la cuarta sufrirá muy probablemente algún otro tipo de afección.
Este cuadro que evidentemente es poco alentador no impide sin embargo que la esperanza de vida actual en la Europa mediterránea sobrepase los ochenta y cinco años. Es decir, dicho de otra forma, los humanos nunca hemos vivido más tiempo en nuestra historia sobre este planeta que en la actualidad. Somos los humanos más longevos que han existido. No obstante, el hecho de tener una mayor o menor predisposición a una enfermedad depende de muchos factores, algunos internos y otros externos. Ahora bien, si genéticamente nuestra especie parece dotada para llegar hasta los ciento veinticinco años ¿qué nos impide llegar a esta edad?.
Pues, por una parte, nos lo impiden algunos genes heredados de nuestros padres y, por otra, nuestras propias actitudes tóxicas. Estos dos factores combinados rebajan considerablemente nuestra esperanza de vida. Y, sin embargo, parece haber un pequeño grupo de personas especialmente resistentes a enfermar.
Es por esto que dichos individuos han empezado a ser estudiados en los últimos años, si bien la resistencia a la enfermedad es, a día de hoy, una ciencia todavía en su infancia.
En el caso del cáncer, tomemos como ejemplo el tumor de pulmón, este tipo de cáncer se desarrolla en un 90 % de los casos en fumadores (lo que no es lo mismo, ojo, que decir que el 90 % de los fumadores desarrollan cáncer de pulmón). No obstante, pese a todo, muchos de nosotros conocemos algún caso de fumador empedernido que nunca ha desarrollado esta patología. ¿Qué hace a este individuo especial? ¿Qué lo convierte en cáncer-resistente?.
Las primeras pistas parecen indicar que estas infrecuentes pero afortunadas personas poseen una dotación genética excepcional que provoca una mayor activación de proteínas detoxificadoras y de reparación del ADN; las primeras evitan que el carcinógeno actúe y las segundas subsanan la aparición de mutaciones asociadas al tóxico, por eso las ultimas investigaciones nos dejan ver que tomar un complemento con telomerasa aumenta la capacidad de reparación del adn y que si se combina con principios naturales como las acetogeninas su resultado es aún mejor.
Pero, cuidado, incluso el individuo más resistente, ante una agresión química prolongada, acaba cediendo, así que no te escudes en nuestro genoma para seguir con hábitos nocivos para tu salud o lo acabarás pagando.